viernes, 20 de diciembre de 2019

Las implicaciones de la sobreprotección


Las secuelas de la sobreprotección

El ser humano nace pequeño y necesitado de que alguien le cuide y le vaya enseñando herramientas para acabar manejándose por sí mismo en la vida. La educación a un hijo no puede ser siempre la misma a lo largo de todas sus edades, sino que ha de ir adaptándose para que sea adecuada. En la medida en que el niño va creciendo, tenemos que ir incentivando a que coja autonomía, a que empiece a hacer tareas por sí mismo y a tomar decisiones, y como guías que somos de ellos (y no suplantadores), resistirnos a actuar por ellos aunque sepamos que puedan llegar a cometer errores. Se sabe que ésta es la única manera para que una persona aprenda. Igual que las aves aprenden a volar poco a poco y al principio caen muchas veces. Pero a ninguna madre ave se le ocurre cortarle las alas a su cría para evitar que se caiga, porque no se cuestiona que su cría no pueda volar. Para hacer esta adaptación de la educación a cada una de las edades hay un paso primordial previo que es saber ver a tu hijo, conocer en qué fase está, cuándo le podemos dar un papel y en qué medida. No todos los padres conocen cuál es la edad más apropiada para cada aprendizaje, ni tampoco se puede hablar de una edad universal para cada paso, porque dependerá de la persona en cuestión. Pero lo que está claro es que el fin de todo padre ha de ser que su hijo pueda adquirir autonomía y salir y desempeñarse en el mundo. 

Sin embargo hay algunos padres que se oponen a ello. Y no tiene por qué ser porque quieran lo peor para sus hijos. A veces sienten que los quieren tanto que no pueden soportar que su hijo pueda sufrir ni la más leve caída. Pero no son conscientes de que es totalmente irreal la posibilidad de poderle evitar a un hijo cada uno de los baches de la vida. Primero, porque un hijo no puede vivir recluido en una burbuja. Segundo, porque los padres no van a ser inmortales. Es por ello que se sabe que sí o sí tu hijo va a llevar caídas en la vida, va a tropezar como todos. Pero puede vivir este proceso poco a poco mientras aún cuenta contigo para apoyarle o aconsejarle o condenarlo a que lo viva todo de golpe cuando tú ya no estés. 

Hoy reflexionaremos sobre algunas de las consecuencias que puede tener la sobreprotección de un hijo en la vida adulta:



-Bajo desarrollo de habilidades sociales. 

Hay padres que no permiten salir a sus hijos. También hay quienes sí lo permiten, pero después de haber manifestado muchas quejas respecto a que salgan. Todo esto hace que el hijo acabe prefiriendo no salir a tener que estar discutiendo y tratando de convencer a sus padres. Una persona que no desarrolla habilidades sociales puede tener graves problemas en la vida, porque se sabe que una parte fundamental para tener éxito en la vida es el desarrollo social óptimo. Además, no aprendes a ver cómo son los otros, conocer sus intenciones, la forma más adecuada para resolver ciertas situaciones etc. Todo esto te hace vulnerable al maltrato y al aprovechamiento por parte de los demás, porque sales al mundo sin perspicacia, sin el saber "verlas venir". 



-Indecisión.

Puede que los padres no hayan dado espacio a su hijo para tomar decisiones o le hayan criticado las pocas decisiones que le hayan dejado tomar. Esto hace que, llegado el momento, su hijo no se sienta preparado para decidir por el terrible terror que tiene a equivocarse. La indecisión en un principio puede hacer que no termine de elegir ningún camino. También puede ocurrir que en una situación importante en la que necesite decidir porque, por ejemplo, está sufriendo algún tipo de daño o no es feliz, se sienta incapaz de dar el paso. Así, perpetúe situaciones que vive con mucho sufrimiento porque siente que si no decide y se deja llevar por la situación al menos no será el culpable de lo que está viviendo, porque no lo ha elegido él. Esto no es cierto, no actuar también es una decisión, una elección con consecuencias, pero tal vez sea tema para otra entrada.




-Baja autoestima. 

Cuando un padre sobreprotege al niño subconscientemente le está transmitiendo a su hijo la visión de que no cree que se pueda defender en la vida, que no tiene lo que hay que tener para vivir la vida como los demás. Y no importa que verbalmente le digas a tu hijo que vale un montón, si luego lo tratas toda la vida como si fuese un bebé, sin confiar en su potencial de aprendizaje. Una baja autoestima es el caldo de cultivo ideal para infinidad de problemas de salud mental y de nuevo te hace vulnerable al maltrato. También te convierte en dependiente a nivel emocional de los otros, porque cuando no crees en ti y no apuestas por tu propio potencial, acabas sometiéndote a los demás. Además, si pasas toda tu vida como padre dándole instrucciones, diciéndole lo que tiene que hacer, cuando no esté contigo también buscará a alguien similar, porque no habrá aprendido a pensar por él mismo. Es más, acabará creyendo que lo que él pueda opinar no vale y ha de ser previamente aprobado por otros, porque "si tus mismos padres no creen en tu criterio, ¿por qué ibas a creer en él tú?"



-Desconfianza.

Hay padres que, quizá porque ellos mismos han tenido una mala experiencia con otras personas, acaban dudando de todo el mundo y hablando mal a sus hijos respecto a cada una de las personas que conocen. Todo esto le va generando a su hijo una gran inseguridad e, incluso, paranoia. Cuando le toque salir al mundo, estamos hablando de alguien que no ha desarrollado todavía todas las herramientas y que muy probablemente pueda necesitar a otros. Pero al mismo tiempo no se va a atrever a confiar en los demás porque le han enseñado a lo largo de los años que todos son "malos", que todos se van a aprovechar de él o a hacerle daño. Como no ha aprendido habilidades sociales tampoco es que haya desarrollado suficiente criterio social para cuestionar lo que le decían sus padres. 



-Ansiedad alta.

Si le has hecho ver que el mundo es un lugar peligroso, es difícil que pueda sentirse relajado al salir a él. Además de la ansiedad por miedo, también sentirá ansiedad por el hecho de ver que otros sí saben hacer cosas y él no. Sentirá ansiedad cuando en una edad en la que todos consideran que él ya debería saber "x" o "y", él no tiene ni idea ni de cómo empezar. Y encima si lo has sobreprotegido mucho, no sólo estaremos hablando de aprender una cosa o varias. Quizá si se independiza le toque aprender muchísimas de golpe para las cuales no se siente preparado. Y además, como es ya adulto, puede sentir vergüenza de pedir ayuda a otros, o puede pasarle que ni siquiera tenga amigos para hacerlo. También puede dar con personas que le ayuden pero no escatimen en hacerle comentarios del estilo: "Con la edad que tienes, parece mentira que no sepas..." Todo esto refuerza la visión que puede tener de ser inútil. 

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-Pérdida de oportunidades. 

"No viajo por miedo. No salgo con cierta persona porque a lo mejor no es buena y me va a hacer daño. No cambio de ciudad porque, ¿cómo voy a vivir yo solo en otro lado? ¿Para qué ir a aquella fiesta? ¿Para qué ir a aquella excusión?" Al final la persona va dejando de hacer cosas. Se va acostumbrando a renunciar, le produce alivio no tener que enfrentar aquello que tanto teme. Tampoco sabe lo que se pierde, porque a fin de cuentas, nunca lo vivió. Aquella felicidad que podría haber sentido en aquel viaje, aquella persona fabulosa que podría haberle querido de verdad, aquel trabajo enriquecedor que podría haberle dado sentido a su vida entera... Para él lo único que existe puede ser "la burbuja" en la que ha vivido, a la cual puede agarrarse con uñas y dientes, por mera seguridad. Es su zona de confort, donde descansa de todo ese mundo en el que no termina de funcionar como los demás. 



-Depresión. 

Estamos hablando de una persona que puede haber vivido recluida durante mucho tiempo porque a sus padres no les gusta que salga. Una persona que poco a poco se ha quedado atrás en habilidades sociales, que no tiene soltura a la hora de manejarse con la vida. Puede que, llegado el momento, haga esfuerzos por salir, que busque recuperar el tiempo perdido y poder aprender a manejarse, pero luego sienta al salir fuera que no puede, que es demasiado. Una persona que se siente inútil porque siempre le trataron como tal, que puede ver como los demás parece que sepan cosas de las que ella ni se ha enterado. Esa lucha constante contra las demandas de la vida que no aprendió a manejar, contra el autoconcepto negativo que se le fue construyendo, contra la enorme ansiedad de un mundo peligroso, impredecible y en el que no sabe funcionar,... Puede fácilmente llevarle a una depresión. Una persona de las características que hemos estado hablando puede tener difícil encontrar un trabajo o una pareja (lo segundo, no tan obligado, pero sí transmitido socialmente como un hito más a conseguir en la vida). Esta depresión puede ser vivida en soledad si la persona no ha conseguido establecer amistades, de nuevo por sobreprotección.

Además, se sabe que la depresión en muchos casos se mantiene por un estrechamiento en el foco de realidad. Esta persona que ha vivido en reclusión puede tener una visión muy limitada de lo que es la vida y no tener ni idea de que la posibilidad de ser feliz existe, pero tal vez en otro lado, tal vez con otro estilo de vida. 



-¿Baja tolerancia a la frustración? 


Tratando de no dejarme nada en el tintero busqué esta última, la cual bajo mi punto de vista es discutible. Se dice que una persona que ha sido sobreprotegida desarrolla una baja tolerancia a la frustración porque se concibe que alguien sobreprotegido ha vivido siempre entre algodones, recibiendo todo lo que quería. Pero esto no tiene por qué haber sido así. De hecho, una persona sobreprotegida se expone a mucha frustración cuando tiene que decir NO a salir con amigos, NO a hacer lo que le gusta, NO a hacer lo que a sus padres no les parece bien que haga... ¿Qué puede producir más frustración que la constante limitación de la libertad? El problema no tiene por qué ser tanto que no tolere la frustración, sino que se vea excesivamente saturado cuando mil cosas que no ha aprendido a hacer de repente tiene que hacerlas sí o sí y no tiene ayudas ni oportunidades para cometer errores, porque se supone que con su edad ya tendría que haber sabido sobradamente hacerlo. 

Pero tal vez el matiz al que se refiere este aspecto es al de las falsas ventajas que encierra el mundo del sobreprotegido. Y es que si el hijo no sale o no genera en los padres miedo y se somete a todos sus deseos, los padres le pueden brindar comida, hacer por él las tareas y, en definitiva, acabar siendo una especie de "sirvientes" de su hijo. En el momento en que estas personas que han hecho dependientes de sí mismos a su hijo se retiran, la frustración que el hijo puede sentir es enorme, porque no sabe cómo hacer las cosas, nadie le explicó. Puede vivir como una injusticia que sus padres "le abandonen", dejándole ser autónomo de golpe sin haberle preparado.

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Además en la sobreprotección hay como varias fases que ilustraremos con un sencillo ejemplo:
Primera fase: Fase de deseo de autonomíaEn esta fase el hijo quiere ser autónomo. El hijo, por ejemplo, quiere hacer la cena, pero sus padres protestan. No quieren que toque nada de la cocina. No quieren que el hijo haga nada porque lo va a hacer mal. 
Segunda fase: Fase de insistencia. El hijo quiere participar. Intenta hacer la cena, sus padres se meten por en medio terminando lo que él empezó o completando el plato de tal forma que su hijo no se lleve la sensación de que ha conseguido hacerla por él mismo. El hijo está viendo que aunque intente ser autónomo, sus padres le sabotean constantemente. Puede haber críticas duras a los avances que el hijo vaya haciendo que acaben por hacerle sentir mal por el simple hecho de intentar ser autónomo en la tarea.
Tercera fase: Fase de renuncia. El hijo se acostumbra a no hacer la cena. No le dejan, ¿para qué insistir? Debe ser inútil y por eso sus padres no le dejan. Se acostumbra a dejar esta tarea en los otros. Esta fase puede durar años. 

AUTONOMÍA FORZADA: De repente sus padres desaparecen. Tiene que hacer la cena. No ha freído nunca ni un huevo. Además, tiene interiorizado que es inútil, de sobra se lo dijeron o se lo hicieron sentir durante años. Siente mucha ansiedad. Intenta algo. Le sale mal. Siente que sus padres le han traicionado. ¿Cómo pueden ser tan crueles de abandonarle, si ellos mismos saben que él no es capaz? FRUSTRACIÓN.  



¿QUÉ HACER?

Las recomendaciones exactas dependerán de la edad y el caso, pero aquí van algunas recomendaciones muy generales a considerar:

-Si eres padre, infórmate bien de en qué momento los hijos ya están preparados para ir haciendo tareas por sí mismos. Lee libros, pregunta a otros padres, pregunta a profesores... Lo que necesites, para saber en qué fase de autonomía está tu hijo y qué puntos le vendría bien reforzar. 

-No hagas algo por tu hijo que no esté él mismo capacitado para hacer. Si físicamente puede hacer algo pero no sabe, ayúdale a que poco a poco vaya desarrollando la tarea. Primero, con tu ayuda, luego contigo presente pero sin intervención y finalmente solo. 

-No le hagas sentir a tu hijo que es inútil, ni haciendo las cosas que él mismo podría hacer, ni diciéndole que es inútil o insinuándoselo. El primer paso para que alguien pueda hacer algo es que crea que realmente lo puede hacer. Si dudas de él, estarás impidiendo su desarrollo.

-Déjale que salga con amigos. Necesita relacionarse y "caer socialmente" desde que es niño. Las consecuencias de caer de niño pueden ser menos duras que las caídas como adultos. No le hables mal de cada uno de sus amigos. Él mismo será quien vaya viendo qué amigos le convienen y cuáles no. Si cuidas su autoestima y le das afecto, es poco probable que termine con amigos que le perjudiquen. 

-Déjale que experimente. No lo pares antes de tiempo ante lo que le nazca hacer. Si paras a una persona ante cada iniciativa que tenga, acaba por no saber ni lo que siente o desea.  

-Déjale que viaje. Viajar te hace aprender, te amplía la perspectiva. No le impidas esta experiencia.

-No le hagas sentir mal por las decisiones que tome. En lugar de eso, refuerza el mero hecho de que tome una decisión. Si luego sale mal no es culpa suya. Forma parte de la vida el ir descubriendo qué caminos son los tuyos y cuáles no.

-No hables por él, no resuelvas todo por él. Para él será lo más cómodo, pero no le conviene. Cada cosa que hagas en su lugar es una dependencia que le estás creando. 

-No le controles como si fueses un policía, invadiendo su privacidad constantemente. Esto, aunque no lo creas, transmite la idea a tus hijos de que no son adultos, de que son tratados como bebés, sin respeto a su intimidad. Tu hijo tiene derecho a contarte lo que él quiera de su vida y no más que eso.  


-Si tu hijo adquiere autonomía, no significa que no te necesite. No le digas cosas como "Ahora como ya sabes hacer todo solo, no me necesitas ya". Tu hijo te quiere y se va a sentir mal si sientes que ya no tienes papel en su vida, si siente que te deprimen sus avances. Además, no es real. Tu consejo y apoyo puede ser bueno cuando tenga dudas o dificultades en la vida. Desaparecer como padre recién adquirida la autonomía, puede sabotear dicha autonomía fácilmente. 


En resumen, PERMÍTELE QUE VIVA, en toda su expresión. Tu hijo nació para vivir, con todas sus implicaciones, igual que el pájaro nació con alas para volar. 

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