Educar a un niño/a no es una tarea sencilla, pero la psicología nos ofrece herramientas que podemos utilizar para conseguirlo. En esta entrada, hablaré de las llamadas técnicas operantes, usadas para aumentar o disminuir determinadas conductas. Estas técnicas vienen del conductismo, que es una corriente en psicología que (como dice la palabra misma) se centra en la conducta. Decidió poner su foco de atención en ella por ser lo único observable en el sujeto (los pensamientos no se pueden ver). Así que es una corriente muy científica y con muy buenos resultados.
He de decir que conocer estas técnicas no sólo puede resultar útil si tienes hijos, sino que también te puede venir muy bien a ti mismo para autocontrolarte. Yo por ejemplo, cuando estaba en la carrera, para fomentar la conducta de estudio muchas veces me autorrecompensaba si estudiaba lo que me había planificado estudiar o bien no lo hacía si ese día había estado más vaga. Así pues, tengas hijos o no, te puede venir bien saber en qué consisten estas técnicas.
No obstante, como sobre todo se aplica en el tratamiento de los niños, lo escrito irá dirigido especialmente a los padres que los educáis y a los profesores.
TÉCNICAS OPERANTES BÁSICAS
Reforzamiento positivo
Esta técnica consiste en la presentación de un refuerzo (recompensa) tras la realización de una determinada conducta. Esto hace que aumenten las posibilidades de que el niño/a desarrolle la misma conducta de nuevo.
Existen varios tipos de reforzadores:
-Reforzadores materiales o tangibles. Ej. Darle un juguete, golosinas, postres especiales etc.
-Reforzadores de actividad. Ej. Llevarlo a la feria, dejar que vea la tele, ir de pesca... Como vemos, en este caso le llevas a hacer una actividad que al niño le gusta y que, por tanto, resulta reforzante para él.
-Reforzadores sociales. Ej. Elogiarlo, alabarlo, felicitarlo, sonreírle, darle un beso etc.
Es muy importante que el refuerzo que le des, realmente suponga una recompensa para él. Porque si no lo es, no tendrá el efecto deseado y no se incrementará la conducta.
El reforzamiento puede ser continuo (si recompensamos el 100% de las veces en que el niño realiza la conducta) o intermitente (si no reforzamos siempre, sino después de que haya emitido la conducta un cierto número de veces (programa de razón), o después de un tiempo determinado (programa de intervalo).
El reforzamiento intermitente, tiene como ventaja que presenta efectos más persistentes sobre la posibilidad de emisión de la conducta y es más resistente a la extinción.
Normalmente lo que se hace es usar el reforzamiento continuo cuando estás enseñando una nueva conducta y, una vez que ya la ha aprendido, se pasa a utilizar un reforzamiento intermitente.
Reforzamiento negativo
Esta técnica también aumenta la frecuencia de un comportamiento. Consiste en la retirada de un estímulo aversivo justo después de haber realizado la conducta. Por ej. Si me pongo un abrigo, se me quita el frío que tengo.
El reforzamiento negativo es responsable de muchas fobias, ya que la persona que tiene, por ejemplo, fobia a las abejas, si se marcha de un jardín donde hay abejas, siente alivio, una sensación agradable (reforzante). Con lo que es más probable que la próxima vez vuelva a huir de las abejas para sentir el mismo alivio.
Para aplicar esta técnica, es necesario que en la situación esté presente el estímulo aversivo, el cual se retirará cuando aparezca la conducta deseada.
Como antes, es importante saber qué es para un sujeto un estímulo aversivo, porque si para él no lo es, esta herramienta no funcionará.
Castigo positivo
Es cuando se le presenta al sujeto un estímulo aversivo después de que realice una determinada conducta.
Con esta técnica rápidamente se suprime la conducta, pero puede tener efectos adversos. Por ejemplo, si a un niño le pegas por haber actuado mal, le estás enseñando a pegar y a ser violento.
Por eso, habiendo tantas técnicas como hay, yo no recomendaría ésta en concreto.
Extinción
Esto ocurre cuando alguien emite una respuesta reforzada previamente, y a la respuesta no le sigue el refuerzo como antes. Eso hace que disminuyan las probabilidades de que la persona emita la conducta de nuevo.
Hay que tener en cuenta un par de cosas. Y es que, al principio de aplicar la extinción, la persona puede aumentar esa conducta que queremos reducir (pensando que tal vez si la hace más veces obtendrá por fin el reforzador que le daban antes).
Además, pueden producirse reacciones emocionales y agresivas debido a la frustración que le genera a la persona no obtener refuerzo, cuando antes sí lo recibía.
Esta técnica es más lenta que otras y no tiene un efecto inmediato. Pero los resultados obtenidos pueden ser muy duraderos y no tiene los efectos secundarios de la técnica del castigo.
TÉCNICAS OPERANTES PARA DESARROLLAR Y MANTENER CONDUCTAS
Moldeamiento
Se usa para enseñar nuevas conductas, y consiste en ir reforzando conductas semejantes a la conducta final que se quiere enseñar. Esta técnica se usa, por ejemplo, cuando un niño aprende a hablar. A lo mejor no dice la palabra perfectamente bien al principio, pero lo refuerzas igual para que siga intentándolo y fomentar que hable.
Para aplicar el moldeamiento se pueden seguir los siguientes pasos:
1º. Tener claro cuál es la conducta final que se quiere conseguir.
2º. Ver cuál será la conducta inicial de la que partiremos. Hemos de observar al niño y, cuando emita una conducta con una cierta semejanza con la que queremos conseguir, marcamos esa conducta como inicial y la reforzamos.
3º. Establecer los pasos que nos conducirán a la conducta final. Cuando el niño muestre dificultades para desarrollar un determinado paso, podemos recurrir a instigadores. Ej. Para enseñarle a que se toque la cabeza le decimos que levante las manos y las ponga en su cara y le mostramos cómo se hace nosotros.
4º. Ver cuánto tiempo estaremos en cada paso y la dificultad de estos. Los pasos no han de ser muy difíciles de realizar. Si es que lo son, hay que dividirlos en minipasos.
Desvanecimiento
Una vez enseñada la conducta usando instigadores, estos se deben ir retirando. Por ej., puede que para enseñarle a decir caramelo, primero tengamos que decirle el principio de la palabra: ca-ra... (Así hasta que la diga completa). Estas ayudas externas han de ir quitándose paulatinamente. Ya que nuestro objetivo es que desempeñe la conducta sin nuestra ayuda.
Encadenamiento
Consiste en descomponer una conducta compleja en otras más sencillas y trabajar con ellas. Luego se irán enlanzando y reforzando en la secuencia adecuada.
TÉCNICAS OPERANTES PARA REDUCIR CONDUCTAS
Ya hemos visto la extinción. Pero hay más técnicas:
Reforzamiento diferencial de tasas bajas
Esta técnica se aplica en conductas que quieres reducir, pero no eliminar totalmente. Ej. Si quieres que un niño participe menos en clase, le refuerzas sólo si participa un número menor de veces. De esta manera, seguirá participando, pero menos.
Reforzamiento diferencial de otras conductas
Es dar refuerzo cuando no se emite la conducta a eliminar durante un tiempo. Ej. Si un niño se pelea en los recreos y no queremos que lo haga, le reforzamos cada vez que en el recreo no se pelee.
Reforzamiento de conductas incompatibles
Refuerzas conductas cuya realización resulte incompatible con el desempeño de la conducta a eliminar. Por ejemplo, el reforzamiento de trabajar de pie, disminuirá la conducta de hacerlo sentado, porque es imposible estar de pie y sentado a la vez.
Coste de respuesta
Retirada de un reforzamiento positivo cuando la persona ha realizado una conducta que queremos eliminar.
Ej. Retirada del carnet de conducir por haber excedido la velocidad permitida.
Tiempo fuera
Supresión de la oportunidad de obtener refuerzo positivo durante un tiempo. Ej. Retirar a un niño de jugar con sus compañeros porque ha pegado a alguien. Lo sacamos del juego por unos minutos.
¿Cuánto tiempo lo mantenemos fuera? Pues depende de la edad. Normalmente se calcula un minuto por cada año de edad. Es decir, si tiene 3 años, lo sacamos del juego durante 3 minutos.
De 5 a 10 años, es suficiente con sacarlo durante 10 min. Y si tiene de 9 años en adelante, 15 minutos está bien.
Saciación
Sirve para que algo que resulta ser reforzante, deje de serlo. Presentas tanto ese refuerzo, que deja de tener interés para el niño. Por ejemplo, esto pasa con la comida. A alguien le puede gustar el arroz. Pero si todos y cada uno de los días le das arroz, acabará aborreciéndolo y ya no resultará reforzante para él.
Para aplicar esta técnica, en un corto periodo de tiempo has de administrar grandes cantidades del reforzador hasta que la persona se harte de él.
Sobrecorrección
Consiste en que el niño restaure el ambiente a un estado mucho mejor al que tenía antes de la conducta realizada. Ej. Si ha pintado la pared le decimos que, no sólo borre lo que ha hecho, sino que limpie toda la pared.
SISTEMAS DE ORGANIZACIÓN DE CONTINGENCIA
Estos sistemas en realidad son ya muy conocidos. Sobre todo si has visto programas como Super Nanni. Ella los utiliza mucho porque funcionan muy bien y resultan divertidos para los niños.
Programa de economía de fichas
Aquí, cuando el niño emite la conducta que queremos, le premiamos con una ficha, la cual podrá canjear por un reforzador. (Es decir, la ficha viene a ser como dinero). Lo bueno que tiene esto es que suprimes el tiempo de demora del reforzador. Es decir, en el reforzamiento positivo muchas veces no podemos dar en el acto el refuerzo. Por ejemplo, si un niño se porta bien no siempre podemos llevarlo en el acto a la feria, y esto puede hacer que no relacione bien la conducta con el refuerzo que le das. Pero si le ofreces una ficha, le estás premiando en el acto.
¿Cómo se aplica este programa?
1º. Hemos de identificar las conductas objetivo del sujeto que van a ser reforzadas. Han de ser conductas muy concretas. No vale un "que se porte bien". Al niño hay que decirle las cosas claras. ¿Qué es portarse bien? ¿Hacer los deberes? ¿No pegar a su hermano? Pues todo eso debe quedar claro para el niño. Él debe saber bien qué debe hacer para obtener cada ficha. Hay que evitar las ambigüedades.
2º. Elegir el tipo de fichas, puntos, boletos, que se le van a dar a los niños. Esto dependerá básicamente de la edad. A lo mejor en lugar de darle fichas (que se pueden perder), decidimos hacer un mural e ir poniendo pegatinas en él cada vez que el niño se las gane. Todo eso luego se lo tendrás que explicar a él.
3º. Seleccionar los reforzadores de apoyo que se canjearán por las fichas. Aquí anotamos todo lo que sería reforzante para el niño: ver la tele, ir al parque, a la feria etc.
4º. Especificar las condiciones del canje, es decir, el número de fichas que se dará por cada conducta objetivo. También el número de fichas que vale cada reforzador de apoyo. Por ej. Cuando consigas 3 fichas, iremos a la feria.
5º. A veces se incluye en este programa, sistemas de penalización como el coste de respuesta. Por ejemplo, si un niño de repente pega a su hermano, puede perder un determinado número de fichas. Esto puede provocar conductas agresivas en los niños. Así pues, muchas veces lo que se hace en lugar de esto es usar el "tiempo fuera de gasto de fichas". Es decir, que durante un tiempo no pueda canjear las fichas por reforzadores.
6º. Llevar un registro de las fichas ganadas, canjeadas, extraviadas y ahorradas (así se evitan posibles trampas o mentiras).
Es muy importante que, si se decide poner en marcha este programa, todas las personas que se encuentran en el entorno del niño lo sigan. Porque si el padre está impartiendo un programa de economía de fichas, y luego el abuelo decide llevar sin más al niño a la feria (sin habérselo ganado), estamos fastidiando la educación de nuestro nieto.
Contrato de contingencias
Es un documento escrito en el que se especifican las acciones que el niño está de acuerdo en realizar y se establecen de antemano las consecuencias del cumplimiento o no de las actividades acordadas. Este contrato se debe hacer con el niño, y padres e hijos han de llegar a un consenso.
Deben quedar claramente especificadas las consecuencias negativas que recibirá el niño por realizar las conductas acordadas y las penalizaciones por no realizarlas.
También, al final del contrato, se pueden establecer bonificaciones adicionales si el niño supera las demandas mínimas del contrato.
Lo divertido del contrato, es que se parece a los contratos laborales que hacen los mayores. Y eso hace que el niño se sienta a gusto siguiendo "el juego". Y además, puede sentir que lo tratan como a un mayor al contar con él para realizar un contrato así.
Y también ayuda a que el niño vea el reforzamiento como lo que es, un privilegio que se debe de ganar, y no un derecho, evitando la tiranía de niños que exigen todo el tiempo a los padres sin hacer nada a cambio.
CONCLUSIONES
Hemos visto diferentes técnicas para aumentar, reducir, o cambiar conductas, pero es importante también tener algo en cuenta. Y es que como padres o profesores hemos de ser coherentes. No podemos decirle, por ejemplo, a nuestro hijo "Como te has portado bien, no te llevo a la feria", y luego cambiar de idea e ir. Si decidimos aplicar este castigo, nos hemos de mantener firmes hasta el final. Porque de no ser así, no es sólo que esa conducta que queríamos corregir, no la corrijamos, sino que nosotros dejaremos de ser figuras respetables para nuestros hijos y será más probable que se comporten mal en otros contextos.
El darle a un niño lo que pide para que se calle es algo muy tentador. Porque en el momento en que deja de gritar, sentimos alivio, y esto es reforzante para nosotros (como hemos visto hablando del reforzamiento negativo). Pero muchas veces ser padres no es algo cómodo. Y es preferible que aguantes firme la pataleta, a que le des lo que quiere. A largo plazo, es mejor para ambos. Además, es importante saber decir "No" a los niños. Y cuanto más temprano lo hagamos mejor. Porque al principio son más débiles, pero con el tiempo van creciendo y luego sus "pataletas" pueden ser más fuertes e, incluso, peligrosas.
Poner límites a los niños es algo muy necesario. Ellos necesitan unas normas, unas pautas para actuar. Nosotros somos su guía. Ellos, al principio, como habréis visto quienes cuidáis niños, muchas veces lloran y lloran y no caen en la cuenta de que en realidad tienen sueño, hambre o lo que sea. Hemos de ser nosotros quienes nos demos cuenta de estas cosas y le enseñemos a afrontarlas.
Una cosa también muy importante, es que debes de confiar en el niño. Y con esto me remito a casos en los que un padre o madre tienen a un niño "difícil" y no paran de decírselo a él. "Es que siempre te portas mal, eres insoportable". Primero, que jamás debes insultar a un niño, ni a ninguna otra persona. Y segundo, si te centras en lo negativo él no sentirá ninguna motivación para actuar bien. Has de confiar en que va a cambiar. Has de centrarte en lo bueno que vaya consiguiendo. Incluso le puedes decir: "Hay que ver, últimamente parece que te has hecho más mayor, da gusto estar contigo". Eso puede hacer que el niño se lo crea, y actúe bien, porque vea que confiamos en él.
Realmente todos los niños son educables, y todo tiene solución. Si aplicando estas técnicas tampoco consigues que tu hijo se comporte bien, no tengas ningún miedo a pedir ayuda. En los hospitales, existen unidades infantojuveniles de atención psicológica que te pueden servir. No tengas miedo a pedir ayuda porque a ser padres no nos enseña nadie en verdad, y es normal que tengamos ciertas dificultades. Pedir ayuda no es fracasar como padre sino, al contrario, es una opción madura. Es darnos cuenta de que hay cosas que nos quedan por aprender (como a todos), y hacer por resolverlo.
Si quieres ver todas estas técnicas en funcionamiento, puedes mirar programas como "Super Nanny", "Hermano Mayor", "El Campamento", o incluso "El encantador de perros". Es cierto que este último programa es para educar a mascotas, pero también nos puede aportar mucho sobre técnicas operantes y sobre cómo ser líderes (también con nuestros niños).
Sobre todo, disfruta educando a tu hijo (desde luego es una experiencia única que no todo el mundo tiene la oportunidad de vivir), y recuerda que tú eres su referencia, su modelo a seguir. Ellos aprenden más de tu comportamiento que de tus palabras.
Olivares, J., Méndez, F. X. y García-López, L. J.. (1998). Técnicas operantes. En J. Olivares y F. X. Méndez, F. X. (Dir.), Técnicas de modificación de conducta (pp. 133-191). Madrid: Biblioteca Nueva.