miércoles, 30 de diciembre de 2015

Por un trato justo


Hoy me he puesto a pensar sobre el trato que la sociedad le da a las personas que son diagnosticadas de un trastorno mental. Siempre me ha parecido en general injusto el trato que reciben. Hay mucha gente que lucha por muy variadas causas, pero no sé por qué siempre me ha dado la sensación de que la lucha por desestigmatizar la enfermedad mental aún no se ha ganado. La gente, en muchos casos, sigue ocultando que va al psicólogo, o haciendo como que no tiene ningún problema, por las cuentas que le trae socialmente hablando. 

Me he dado cuenta de que el principal problema que tienen estas personas es que una gran parte de la sociedad tiene aún la concepción de que quien ha recibido un diagnóstico, está loco, y otra gran parte considera que todo lo psicológico es una mentira que se ha inventado la propia persona para excusarse, pero que es totalmente exigible que se comporte de manera normal y apropiada y que cumpla con todas las expectativas sociales. 

Vamos a referirnos para empezar, al primer sector de gente, los que consideran que las personas con trastorno mental están locas. Y cuando hablamos de "locos", a la mente nos viene a la cabeza características tales como impredecible, peligroso, que no es de fiar... Es un poco la imagen del cine. En las películas los psicópatas asesinos en serie siempre nos los han mostrado como personas desquiciadas. Y al final acabamos creyendo que el que alguien tenga un diagnóstico nos tiene que poner en alerta máxima.

Lo más gracioso de eso es que la mayor parte de personas con trastorno mental no son para nada peligrosas. Son personas como tú y como yo que en un momento dado de la vida pasan por dificultades que les hacen no encontrarse de forma óptima para actuar como se esperaría. Porque una persona no nace "loca". Todos tenemos una cierta predisposición a desarrollar distintos problemas, eso es verdad. Pero ninguno se desarrolla si el ambiente no lo dispara. 

Así que nos encontramos con personas absolutamente comunes, que al enfrentarse con determinadas situaciones se sienten superadas por ellas. Es fácil en esta vida el sentirse así alguna vez. Aunque es una creencia personal mía (y no algo que haya estudiado), he de decir que pienso que a este mundo hemos venido para aprender y evolucionar. Y la vida, más tarde o más temprano, nos pone a cada uno de nosotros entre las cuerdas. Para nuestro propio aprendizaje es preciso que se desarrollen en nuestra vida situaciones que nos pongan al límite, porque justo es ese límite y otros más los que vinimos a superar. Ahí, cuando creemos que no lo vamos a conseguir, sacamos afuera capacidades que ni nos esperábamos que teníamos, y logramos mostrar atisbos de nuestro  enorme potencial y de lo valiosos que somos. 

Pasa que estas situaciones, como digo, es justo las que nos cuestan. Y es por eso que puede que necesitemos algo de ayuda. Y por eso las personas van al psicólogo. No son locos, ni fracasados, ni personas rechazables en ningún sentido. Son personas adultas, que identifican la situación que tienen delante como difícil para ellas, y tienen la humildad de reconocerlo y la valentía de pedir ayuda (y digo valentía por todo el estigma social al que se tiene que enfrentar, porque nadie tendría que verse obligado a reunir valor para pedir ayuda, dado que el ser humano es un ser vivo social que ha llegado a donde está gracias a su desarrollo en grupos). 

Asimismo, los diagnósticos que los psicólogos ponen son meramente operativos, para elegir tratamientos que se han comprobado como eficaces. ¿Qué quiere decir esto? Que el que una persona puntualmente pase por una depresión, o en algún periodo de su vida tenga ansiedad u otros problemas, no significa que ya vaya a tener ese trastorno de por vida. Emocionalmente está reaccionando a una determinada situación, que como todas, pasará. Por tanto, ¿Qué sentido tiene que hagamos de las etiquetas diagnósticas nuestra tarjeta identificativa? ¿Qué sentido tiene que a muchas personas se las trate diferente porque durante un momento de su vida estuviera en tratamiento psicológico? No seamos hipócritas. Se sabe que 1 de cada 4 personas padecerá una enfermedad mental a lo largo de su vida. Puede que la pases tú mismo, pero lo que es seguro es que de entre tus amigos y conocidos habrán varios que la padecerán. ¿Les vas a añadir a su sufrimiento encima la discriminación y la crítica?

Y ahora voy a hablar del otro sector de la población, el de aquellas personas que piensan que lo psicológico es todo mentira. Imaginemos que tuvieras un accidente y te rompieras una pierna. Entonces fueras al médico, te la entablillaran y te dijeran que en "x" semanas no puedes andar. Tú te hicieras buenamente a la idea de ello, lo asumieras y volvieras a casa. Entonces llegara "x" amigo o "x" persona y te dijera: "¿qué haces todo el día sentado en el sofá? ¡Tienes que salir a correr! Que estás echando barriga". Probablemente en estos casos no dudarías. Mandarías a esa persona a paseo, y seguirías la recomendación médica. Porque es evidente que estás mal, ha salido en la radiografía, y no dudamos de aquello que es físico.

Pero, ¿qué pasa con los trastornos mentales? Que ya no es tan evidente. No hay una radiografía a mostrar. No hay algo tangible que señalar. Y las personas que están pasando por algo así, están en una situación bastante vulnerable. Lo suficiente para que (yéndonos al ejemplo anterior), acabaran sintiéndose muy mal y haciendo sobreesfuerzo para "correr", porque no quiere obtener rechazo de las personas que le rodean. ¿No es una gran barbaridad?

Pues eso es lo que hacemos cada vez que exigimos a la persona que lo está pasando mal el que cumpla con nuestras expectativas, el que se comporte con normalidad y haga todo lo que tenemos en la cabeza. En esa situación puntual esta persona está limitada. No lucha en la misma posición que alguien a quien no le pasa nada. Hacer lo mismo que a ti te cuesta poco, a ellos les puede llegar a costar muchísimo. ¿Acaso has estado en su propia piel como para saber que no está haciendo ya todo lo que puede?

Es cierto que tampoco consiste en dejar que se hundan, y no estimularles de ninguna manera el que puedan retomar las riendas de su vida. Pero nunca ha de venir de una exigencia, porque si ya de por sí tenemos cuidado cuando alguien se ha roto una pierna, en este caso, que no hay radiografía y no podemos medir los daños, aún debemos llevar más cautela con los consejos y recomendaciones que damos. 




lunes, 28 de diciembre de 2015

¿Cambiar o reconducir?

Hace mucho que no escribo en el blog, ya que he estado ocupada con un máster que estoy haciendo y con algunos temas personales. Pero son tantos los aprendizajes que estoy obteniendo a través de las prácticas que estoy haciendo que el otro día imperaba en mí el deseo de compartir algo de todo eso. Siempre me ha encantado poder transmitir aquello que aprendía. 

Hoy quería hacer una entrada sencilla acerca de algo que me hizo pensar durante las prácticas. Yo ahora mismo estoy haciendo prácticas en el área de Onco-hematología de un hospital, con una psicóloga que es buenísima. Tan buena es que hay un antes y después después de cada conversación con ella. He visto a pacientes que estaban tristes, acabar sonriendo tras una sola sesión.

Un día fuimos a atender a una persona que sentía un gran amor por su familiar ingresado, y tenía la necesidad de hacer de todo por ayudarlo. Y su manera de querer ayudarlo era alimentarlo. Pero debido a las circunstancias físicas de su familiar, darle alimentación no era algo recomendable. Cualquier profesional quizá se hubiese obcecado en discutir con esta persona acerca de lo inadecuado que era darle de comer a su familiar en esas condiciones. Tal vez incluso hubiese apelado a lo irresponsable que era al poner en riesgo a su familiar dándole de comer, cuando los médicos ya le habían dicho una y otra vez lo perjudicial que era hacerlo. Y quizá, tras una larga discusión en la cual hubiesen acabados frustrados tanto el familiar como el profesional, se hubiese cumplido con el objetivo, que es que no le diese de comer. Pero probablemente esta persona no se hubiese sentido escuchada, ni comprendida. Se hubiese sentido más sola aún en una situación ya de por sí muy difícil.

Mi tutora no actuó así. Cuando llegó a la habitación sabía el objetivo que tenía, pero no actuó de manera ciega. Miró a esta persona y vio la necesidad que tenía de cuidar a su familiar, de demostrarle hasta el último momento lo que lo quería. Y atendiendo a esta necesidad en ella, después de hablarle de que no era recomendable alimentarlo, le aconsejó que cada vez que sintiera deseos de darle de comer, le diese un masaje en los pies. 

Cuando salimos de allí, no recuerdo las palabras exactas de mi tutora, pero me dijo algo así como que muchas veces no se trataba de cambiar a las personas. Sino de reconducirlas. 

Por supuesto, como me pasa siempre, empecé a darle vueltas a este pensamiento. Empecé a plantearme si realmente es mejor una reconducción de las personas y no tanto un cambio. Y entonces empecé a pensar en todo aquello que las personas buscamos cambiar. Muchas veces, ¿es eso que queremos cambiar en nosotros tan horrible?

La gran mayoría de las características humanas no son completamente dignas de rechazo. Casi todas son como armas de doble filo. Usadas en el contexto adecuado, son maravillosas. Pero llevadas al extremo o en situaciones concretas, se convierten en defectos. 

Respecto a las emociones, muchas veces dije a lo largo del blog que no existen las emociones negativas. Y es así. ¿Cuántas veces la ira ha salvado a una persona de hundirse en los pozos de la depresión, dándole fuerza para comenzar a luchar y salir adelante? ¿Cuántas veces la tristeza no ha servido para ablandar corazones ahogados por el enfado y los deseos de venganza? En la misma película "Del revés" se puede ver cómo el cambio que pretende alegría, de que la protagonista pase de la tristeza a la alegría de forma brusca, no es ni tan siquiera posible. Es permitiéndose vivir la tristeza cuando empieza a ver algo de luz, a través del apoyo que recibe de su familia. 

Nos obsesionamos constantemente en cambiar. Pensamos que estamos llenos de defectos reprochables y nos ponemos retos absurdos que nos agotamos por cumplir durante una semana, dos... Luego volvemos al punto en que estábamos. Y, ¿por qué?

Porque hay algo imprescindible en todo proceso de cambio, que es la aceptación. Aceptar el cómo somos, abrazar nuestros "defectos", buscar aquello en lo que podrían tornarse en cualidades... A fin y al cabo, ¿por qué somos tan diferentes? Porque todas esas diferencias son necesarias en este mundo. Cada matiz, de cada persona a la que no entendemos aporta algo fundamental para el funcionamiento de todo. 

Te invito a reflexionar a partir de hoy, no en la cantidad de cosas que quieres cambiar en ti mismo. Eso ya lo hemos hecho demasiadas veces. Sino en pensar en aquello que siempre has rechazado en ti, y averiguar en qué aspecto ese rasgo tuyo podría beneficiar a los demás, en bajo qué circunstancia podría ser útil. Y si no encuentras ningún uso, quizá debas transformar un poco ese rasgo. Pero un poco, no pasar de negro a blanco. Nunca una manzana podrá ser una naranja, ni aunque se pudiera sería esto deseable, y esto es algo que nunca debemos olvidar. 

Que nunca se te olvide la materia prima de la que partes. 

Y respecto a las emociones, ya que ha sido un tema que hemos tocado, muchas veces hemos visto como se recomienda a personas con ira que se vayan a gritar a un lugar alejado de la multitud, que hagan ejercicio... ¿Qué es todo esto, si no acaso una reconducción del sentimiento? No se le dice a la persona que no esté enfadada, porque no se puede detener una tormenta que ya recién ha estallado. Se trata todo de fluir, de liberar poco a poco ese sentimiento tratando de no hacer daño a los demás en el proceso. Realmente nada es más doloroso en esta vida que resistirse a lo que es. El sufrimiento humano muchas veces se debe a nuestra falta de aceptación. No comprendemos, por lo que no aceptamos y esta resistencia es la que nos hace sufrir y nos bloquea.

Muchas veces se habla en esta vida de lo importante que es que seamos felices. Yo creo sin embargo que no se trata tanto de felicidad. Sino de estar en paz, al menos durante algunos momentos al día, para que nuestra alma pueda descansar y estar más en conexión con ella misma y con aquello que le rodea. De está manera acabará siendo más aquello que ha venido a ser.