Hace mucho que no escribo en el blog, ya que he estado ocupada con un máster que estoy haciendo y con algunos temas personales. Pero son tantos los aprendizajes que estoy obteniendo a través de las prácticas que estoy haciendo que el otro día imperaba en mí el deseo de compartir algo de todo eso. Siempre me ha encantado poder transmitir aquello que aprendía.
Hoy quería hacer una entrada sencilla acerca de algo que me hizo pensar durante las prácticas. Yo ahora mismo estoy haciendo prácticas en el área de Onco-hematología de un hospital, con una psicóloga que es buenísima. Tan buena es que hay un antes y después después de cada conversación con ella. He visto a pacientes que estaban tristes, acabar sonriendo tras una sola sesión.
Un día fuimos a atender a una persona que sentía un gran amor por su familiar ingresado, y tenía la necesidad de hacer de todo por ayudarlo. Y su manera de querer ayudarlo era alimentarlo. Pero debido a las circunstancias físicas de su familiar, darle alimentación no era algo recomendable. Cualquier profesional quizá se hubiese obcecado en discutir con esta persona acerca de lo inadecuado que era darle de comer a su familiar en esas condiciones. Tal vez incluso hubiese apelado a lo irresponsable que era al poner en riesgo a su familiar dándole de comer, cuando los médicos ya le habían dicho una y otra vez lo perjudicial que era hacerlo. Y quizá, tras una larga discusión en la cual hubiesen acabados frustrados tanto el familiar como el profesional, se hubiese cumplido con el objetivo, que es que no le diese de comer. Pero probablemente esta persona no se hubiese sentido escuchada, ni comprendida. Se hubiese sentido más sola aún en una situación ya de por sí muy difícil.
Mi tutora no actuó así. Cuando llegó a la habitación sabía el objetivo que tenía, pero no actuó de manera ciega. Miró a esta persona y vio la necesidad que tenía de cuidar a su familiar, de demostrarle hasta el último momento lo que lo quería. Y atendiendo a esta necesidad en ella, después de hablarle de que no era recomendable alimentarlo, le aconsejó que cada vez que sintiera deseos de darle de comer, le diese un masaje en los pies.
Cuando salimos de allí, no recuerdo las palabras exactas de mi tutora, pero me dijo algo así como que muchas veces no se trataba de cambiar a las personas. Sino de reconducirlas.
Por supuesto, como me pasa siempre, empecé a darle vueltas a este pensamiento. Empecé a plantearme si realmente es mejor una reconducción de las personas y no tanto un cambio. Y entonces empecé a pensar en todo aquello que las personas buscamos cambiar. Muchas veces, ¿es eso que queremos cambiar en nosotros tan horrible?
La gran mayoría de las características humanas no son completamente dignas de rechazo. Casi todas son como armas de doble filo. Usadas en el contexto adecuado, son maravillosas. Pero llevadas al extremo o en situaciones concretas, se convierten en defectos.
Respecto a las emociones, muchas veces dije a lo largo del blog que no existen las emociones negativas. Y es así. ¿Cuántas veces la ira ha salvado a una persona de hundirse en los pozos de la depresión, dándole fuerza para comenzar a luchar y salir adelante? ¿Cuántas veces la tristeza no ha servido para ablandar corazones ahogados por el enfado y los deseos de venganza? En la misma película "Del revés" se puede ver cómo el cambio que pretende alegría, de que la protagonista pase de la tristeza a la alegría de forma brusca, no es ni tan siquiera posible. Es permitiéndose vivir la tristeza cuando empieza a ver algo de luz, a través del apoyo que recibe de su familia.
Nos obsesionamos constantemente en cambiar. Pensamos que estamos llenos de defectos reprochables y nos ponemos retos absurdos que nos agotamos por cumplir durante una semana, dos... Luego volvemos al punto en que estábamos. Y, ¿por qué?
Porque hay algo imprescindible en todo proceso de cambio, que es la aceptación. Aceptar el cómo somos, abrazar nuestros "defectos", buscar aquello en lo que podrían tornarse en cualidades... A fin y al cabo, ¿por qué somos tan diferentes? Porque todas esas diferencias son necesarias en este mundo. Cada matiz, de cada persona a la que no entendemos aporta algo fundamental para el funcionamiento de todo.
Te invito a reflexionar a partir de hoy, no en la cantidad de cosas que quieres cambiar en ti mismo. Eso ya lo hemos hecho demasiadas veces. Sino en pensar en aquello que siempre has rechazado en ti, y averiguar en qué aspecto ese rasgo tuyo podría beneficiar a los demás, en bajo qué circunstancia podría ser útil. Y si no encuentras ningún uso, quizá debas transformar un poco ese rasgo. Pero un poco, no pasar de negro a blanco. Nunca una manzana podrá ser una naranja, ni aunque se pudiera sería esto deseable, y esto es algo que nunca debemos olvidar.
Que nunca se te olvide la materia prima de la que partes.
Y respecto a las emociones, ya que ha sido un tema que hemos tocado, muchas veces hemos visto como se recomienda a personas con ira que se vayan a gritar a un lugar alejado de la multitud, que hagan ejercicio... ¿Qué es todo esto, si no acaso una reconducción del sentimiento? No se le dice a la persona que no esté enfadada, porque no se puede detener una tormenta que ya recién ha estallado. Se trata todo de fluir, de liberar poco a poco ese sentimiento tratando de no hacer daño a los demás en el proceso. Realmente nada es más doloroso en esta vida que resistirse a lo que es. El sufrimiento humano muchas veces se debe a nuestra falta de aceptación. No comprendemos, por lo que no aceptamos y esta resistencia es la que nos hace sufrir y nos bloquea.
Muchas veces se habla en esta vida de lo importante que es que seamos felices. Yo creo sin embargo que no se trata tanto de felicidad. Sino de estar en paz, al menos durante algunos momentos al día, para que nuestra alma pueda descansar y estar más en conexión con ella misma y con aquello que le rodea. De está manera acabará siendo más aquello que ha venido a ser.
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