El duelo es una reacción psicológica a la pérdida de una persona que ha sido importante en nuestras vidas. Es un proceso normal en el que nos tenemos que adaptar a vivir sin esa persona. Tras la pérdida, podemos entrar en una crisis emocional que, dependiendo de cómo la afrontemos, nos puede hacer crecer como personas, o bien debilitarnos y enfermarnos.
He decidido hablar del duelo porque todos en
algún momento de nuestras vidas tenemos que pasar por esta etapa, bien porque
alguien de nuestro entorno muere, o bien por otros motivos. También atravesamos
una especie de “duelo” cuando perdemos un trabajo, rompemos con una pareja,
terminamos una amistad, adquirimos una enfermedad que cambia nuestro estilo de
vida… Existen tantos tipos de duelos como pérdidas posibles. Así que, si bien
en esta entrada hablaré del duelo que se siente cuando un ser querido muere,
podremos aplicar las recomendaciones a otros casos.
He recurrido para redactar esta entrada al
libro “Apoyo al duelo”, elaborado por el Equipo de Investigación, Formación e
Intervención en Psicología de Emergencias y Catástrofes de la Universidad
Miguel Hernández. Es un libro que sin duda os recomiendo, porque es muy bueno.
Habla en un lenguaje muy claro y con mucha sensibilidad. Está estructurado en 4
grandes capítulos: uno centrado en el duelo en general, otro en qué podemos
hacer nosotros como personas en duelo, cómo afrontan el duelo los niños y, por
último, qué podemos hacer para ayudar a otras personas que pasen por esta
situación. Yo me centraré en esta ocasión en los dos primeros capítulos.
ALGUNOS ASPECTOS
IMPORTANTES SOBRE EL DUELO
¿Cuándo se supera
un duelo?
Un duelo se supera cuando somos capaces de
recordar a la persona sin sentir un dolor intenso, cuando dejamos de vivir
centrados en el pasado y en lo que podría haber sido si no hubiese fallecido la
persona.
La intensidad y duración del duelo es
diferente según la persona, las circunstancias en que murió su ser querido, de
si existían conflictos no resueltos, la edad del fallecido, etc. Los dos
primeros años son los más duros. Pero luego va descendiendo el malestar
emocional.
¿Qué sentimos
físicamente?
Al principio podemos sentir una fuerte
angustia. También a lo largo del proceso se puede sentir opresión en el pecho y
en la garganta, palpitaciones, insomnio, pesadillas, despertares frecuentes,
mareos, pérdida de apetito, falta de energía, temblores, tensión muscular etc.
¿Qué solemos
pensar?
Podemos estar confusos y darle vueltas a los
por qué. También podemos experimentar la sensación momentánea de que nuestro
ser querido se encuentra presente. Podemos tener dificultades de concentración,
embotamiento mental, pérdida de interés por las cosas, ideas repetitivas
(referente a lo sucedido)
¿Cómo nos afecta?
Podemos presentar dificultades para dormir y también perder el
apetito. Puede pasar que unas veces no queramos ver a nadie, mientras que otras
nos sintamos solos incluso estando rodeados de gente. Se puede también entrar
en momentos de actividad excesiva, seguidos de otros momentos de inactividad.
También podemos encontrarnos muy susceptibles y enfadarnos por cosas a las que
en otros momentos no les daríamos importancia. Y además, espiritualmente
podemos replantearnos nuestras creencias.
¿Qué podemos
sentir?
De todo: tristeza, enfado, rabia, desamparo,
sensación de abandono, amargura, soledad, vacío, miedo y culpa. Y se puede experimentar muchos cambios de humor a lo largo del día. Al principio es normal
que todos nuestros pensamientos giren en torno a esa persona que hemos perdido.
Pero poco a poco los recuerdos nos resultarán menos dolorosos y recuperaremos
nuestra capacidad para ilusionarnos con otras cosas.
ETAPAS DEL DUELO
Fase de shock
Al principio podemos sentir embotamiento, es
decir, sentir como que nuestras emociones están anestesiadas. Podemos tener
sentimientos de irrealidad o incredulidad (ej. Pensar que eso no es posible que
haya pasado). En estos momentos hay gente que actúa como si no hubiera pasado
nada y aceptase totalmente la situación y la llevara bien. Otros se paralizan y
permanecen inmóviles e inaccesibles. Esta etapa que puede durar entre horas
y días.
Fase de rabia o
agresividad
Podemos enfadarnos con otras personas si las
sentimos que pueden haber sido responsables de la pérdida o incluso con
nosotros mismos. Podemos culparnos por la muerte y pensar que todo hubiese sido
diferente si hubiésemos hecho “x” cosa. También se puede experimentar una baja
autoestima, sensación de injusticia y desamparo y aparecer problemas
relacionados con el sueño (pesadillas, insomnio, sueño no reparador etc.). Podemos
tener dificultades de concentración y pérdidas de memoria y tener muchos
cambios de estado de ánimo. En esta etapa es posible que podamos retomar
nuestras actividades, pero poco a poco y a nuestro ritmo.
Fase de
desorganización o desesperanza
Es cuando asumimos que nuestro ser querido no
va a volver. En este momento experimentamos una profunda tristeza durante la
mayor parte del día y nos emocionamos con facilidad. Puede aparecer apatía,
tristeza y desinterés. Y podemos llegar a abandonarnos y romper con nuestro
estilo de vida habitual. Algunos pueden querer tomar decisiones radicales. Por
ej, querer mudarse. Pero es mejor, como se ha dicho siempre, no tomar decisiones
en estos momentos, porque lo haríamos movidos por emociones extremas y podría
ser contraproducente.
Fase de
reorganización
Aquí poco a poco pasamos de recordar al ser
querido de forma dolorosa, a sentir una emoción reparadora. Organizamos de
nuevo nuestras vidas.
Estas cuatro etapas se pueden ir reviviendo
una y otra vez, pero cada vez los sentimientos experimentados resultarán menos
intensos y nos iremos adaptando a la pérdida.
RETOS DEL DUELO
El primer reto es aceptar la realidad de la
pérdida. Que la persona ha fallecido y no volverá.
El segundo, es experimentar el dolor de la
pena, sin bloquear nuestros sentimientos ni negar el dolor.
El tercer reto es adaptarnos a un mundo donde
ya no vive la persona que queremos. Esto consiste en hacer tareas, tomar
decisiones sin contar la presencia y el apoyo que nos daba esa persona.
El último reto es recolocar emocionalmente a
nuestro ser querido y mirar hacia el futuro. No se trata de olvidarlo, pero sí
de darle un espacio que nos permita poder relacionarnos con otras personas y
seguir con nuestra vida.
DUELO COMPLICADO
Éste ocurre cuando una persona queda
enganchada a la culpa, la rabia o la tristeza, de tal forma que no consigue
avanzar en su vida. En este caso necesitará acudir a un profesional.
¿Cómo distinguirlo
del normal?
Si pasados 1-2 años, la persona sigue sin
desvincularse con su ser querido, se sigue reprochando a sí mismo y culpándose
o queda enganchado en la pena, podemos pensar que puede tener un “duelo
cronificado”.
Si la persona no ha expresado la tristeza
ante la pérdida de su ser querido y ha rehecho rápidamente su vida, podemos
encontrarnos un “duelo reprimido”.
ALGUNAS RECOMENDACIONES
FINALES PARA VIVIR EL DUELO
-Al haber compartido parte de nuestra vida
con esa persona, es posible que en las primeras etapas necesitemos recordarlo:
queramos ir a los sitios donde estuvimos con esa persona, tener cerca su
ropa y sus objetos, soñar con él/ella. También podemos llegar a sentir la
presencia física de esa persona y creer que nos estamos volviendo locos.
Podemos sentirnos profundamente vacíos ante su ausencia. Todo esto es normal y forma
parte del duelo. Y hemos de darnos permiso para sentirlo.
-Es necesario que contemos nuestros
sentimientos más dolorosos para recuperarnos de la pérdida. No es recomendable
guardárnoslo todo dentro, porque como dice Shakespeare “El dolor que no habla
cierra el corazón sobreexcitado y le hace romperse”.
-Hacer el duelo supone un esfuerzo por
nuestra parte. Nuestro esfuerzo debe ir destinado a no abandonarnos
completamente. Es bueno que quedemos con alguien y hablemos de cómo
estamos, qué estamos haciendo,… Expresa lo que sientes y no sientas vergüenza
en hacerlo o llorar. Porque todo esto te puede ayudar a superarlo.
-Si tienes hijos, no tienes por qué ser un
superhéroe delante de ellos. De hecho es bueno compartir la experiencia y
hablar del tema. La forma en que tú vivas el duelo le servirá de modelo a él
para afrontar situaciones así. Si hemos dicho que expresarse es bueno porque
ayuda a superar la pérdida, una buena manera de ser un buen modelo para ellos
respecto a situaciones de duelo es compartir lo que sentimos con ellos.
-Podemos acudir a un grupo de ayuda mutua.
Allí podremos encontrarnos con personas que atraviesan el duelo como nosotros y
nos podremos sentir comprendidos. Puede ser un buen medio para desahogarnos.
-Para prevenir la tendencia a abandonarnos
que sentimos en estas situaciones podemos recurrir a la planificación de una
lista de tareas diarias. No debemos sobrecargarnos de tareas tampoco. 5 tareas
máximo ya está bien. Si acabamos antes, no tenemos que asumir más. Por un día
ya está bien, seguiremos al día siguiente. De esta forma no caeremos en hacer
mucho un día y ya no tener ganas de nada el siguiente. Es importante no
descuidar ciertas tareas como hacer la cama, limpiar la casa, sacar la basura…
Y tratar de mantener actividades de ocio. También dar espacio de tiempo para
pasar con las personas a las que quieres y airearte.
-Pide ayuda. Pedir ayuda no es de débiles.
Sino que es señal de que valoras tu vida y quieres recuperar el control de ella
cuanto antes. También puedes acudir a servicios sociales. Ellos te pueden
informar sobre las posibles prestaciones, ayudas y pensiones que puedes
recibir. Es recomendable decir a los demás aquello que necesitas. Muchos están deseando
ayudarte y no saben cómo hacerlo. Y en cuanto se lo digas incluso se sentirán
felices de poder ayudarte, así que no temas expresar tus necesidades.
-No tomes decisiones drásticas, porque es
posible que en este estado no puedas valorar bien las ventajas e inconvenientes
que tendrían. Es mejor posponer esta toma de decisiones a más adelante.
-Si surgen otros problemas que hay que solucionar
evita dar una respuesta inmediata. Puede servirte de guía contestar a las
siguientes preguntas por escrito: ¿Cuál es el problema? ¿Qué puedo hacer para
solucionarlo? ¿Qué aspectos positivos tienen cada una de las opciones? ¿y
negativos? Y hay que tomar la decisión que suponga menos tiempo y esfuerzo con
mejor resultado y que favorezca nuestro bienestar emocional y social.
Fuente:
Quiles, Maria José et al. (2007). Apoyo al duelo. Alicante: ASV Funeser
Me encanta esta entrada, Paloma. Además me recuerda mucho al proceso que sufren los padres cuando les dicen por primera vez que su hijo tiene alguna discapacidad: negación, duelo, culpabilidad,... Gracias por compartir.
ResponderEliminar¡Gracias! ¡Me alegro de que te guste! Sí, realmente en ese caso se produce también un cambio fuerte, y creo que todos los cambios conllevan duelo porque dejamos atrás muchas cosas, en este caso el estado de salud de nuestro hijo.
ResponderEliminar¡Gracias por seguir el blog y por comentar! :)