domingo, 27 de julio de 2014

Afrontar el duelo



El duelo es una reacción psicológica a la pérdida de una persona que ha sido importante en nuestras vidas. Es un proceso normal en el que nos tenemos que adaptar a vivir sin esa persona. Tras la pérdida, podemos entrar en una crisis emocional que, dependiendo de cómo la afrontemos, nos puede hacer crecer como personas, o bien debilitarnos y enfermarnos. 

He decidido hablar del duelo porque todos en algún momento de nuestras vidas tenemos que pasar por esta etapa, bien porque alguien de nuestro entorno muere, o bien por otros motivos. También atravesamos una especie de “duelo” cuando perdemos un trabajo, rompemos con una pareja, terminamos una amistad, adquirimos una enfermedad que cambia nuestro estilo de vida… Existen tantos tipos de duelos como pérdidas posibles. Así que, si bien en esta entrada hablaré del duelo que se siente cuando un ser querido muere, podremos aplicar las recomendaciones a otros casos.

He recurrido para redactar esta entrada al libro “Apoyo al duelo”, elaborado por el Equipo de Investigación, Formación e Intervención en Psicología de Emergencias y Catástrofes de la Universidad Miguel Hernández. Es un libro que sin duda os recomiendo, porque es muy bueno. Habla en un lenguaje muy claro y con mucha sensibilidad. Está estructurado en 4 grandes capítulos: uno centrado en el duelo en general, otro en qué podemos hacer nosotros como personas en duelo, cómo afrontan el duelo los niños y, por último, qué podemos hacer para ayudar a otras personas que pasen por esta situación. Yo me centraré en esta ocasión en los dos primeros capítulos.





ALGUNOS ASPECTOS IMPORTANTES SOBRE EL DUELO


¿Cuándo se supera un duelo?

Un duelo se supera cuando somos capaces de recordar a la persona sin sentir un dolor intenso, cuando dejamos de vivir centrados en el pasado y en lo que podría haber sido si no hubiese fallecido la persona.

La intensidad y duración del duelo es diferente según la persona, las circunstancias en que murió su ser querido, de si existían conflictos no resueltos, la edad del fallecido, etc. Los dos primeros años son los más duros. Pero luego va descendiendo el malestar emocional.


¿Qué sentimos físicamente?

Al principio podemos sentir una fuerte angustia. También a lo largo del proceso se puede sentir opresión en el pecho y en la garganta, palpitaciones, insomnio, pesadillas, despertares frecuentes, mareos, pérdida de apetito, falta de energía, temblores, tensión muscular etc.


¿Qué solemos pensar?

Podemos estar confusos y darle vueltas a los por qué. También podemos experimentar la sensación momentánea de que nuestro ser querido se encuentra presente. Podemos tener dificultades de concentración, embotamiento mental, pérdida de interés por las cosas, ideas repetitivas (referente a lo sucedido)


¿Cómo nos afecta?

Podemos presentar dificultades para dormir y también perder el apetito. Puede pasar que unas veces no queramos ver a nadie, mientras que otras nos sintamos solos incluso estando rodeados de gente. Se puede también entrar en momentos de actividad excesiva, seguidos de otros momentos de inactividad. También podemos encontrarnos muy susceptibles y enfadarnos por cosas a las que en otros momentos no les daríamos importancia. Y además, espiritualmente podemos replantearnos nuestras creencias.


¿Qué podemos sentir?

De todo: tristeza, enfado, rabia, desamparo, sensación de abandono, amargura, soledad, vacío, miedo y culpa. Y se puede experimentar muchos cambios de humor a lo largo del día. Al principio es normal que todos nuestros pensamientos giren en torno a esa persona que hemos perdido. Pero poco a poco los recuerdos nos resultarán menos dolorosos y recuperaremos nuestra capacidad para ilusionarnos con otras cosas.


ETAPAS DEL DUELO



Fase de shock

Al principio podemos sentir embotamiento, es decir, sentir como que nuestras emociones están anestesiadas. Podemos tener sentimientos de irrealidad o incredulidad (ej. Pensar que eso no es posible que haya pasado). En estos momentos hay gente que actúa como si no hubiera pasado nada y aceptase totalmente la situación y la llevara bien. Otros se paralizan y permanecen inmóviles e inaccesibles. Esta etapa que puede durar entre horas y días.


Fase de rabia o agresividad

Podemos enfadarnos con otras personas si las sentimos que pueden haber sido responsables de la pérdida o incluso con nosotros mismos. Podemos culparnos por la muerte y pensar que todo hubiese sido diferente si hubiésemos hecho “x” cosa. También se puede experimentar una baja autoestima, sensación de injusticia y desamparo y aparecer problemas relacionados con el sueño (pesadillas, insomnio, sueño no reparador etc.). Podemos tener dificultades de concentración y pérdidas de memoria y tener muchos cambios de estado de ánimo. En esta etapa es posible que podamos retomar nuestras actividades, pero poco a poco y a nuestro ritmo.


Fase de desorganización o desesperanza

Es cuando asumimos que nuestro ser querido no va a volver. En este momento experimentamos una profunda tristeza durante la mayor parte del día y nos emocionamos con facilidad. Puede aparecer apatía, tristeza y desinterés. Y podemos llegar a abandonarnos y romper con nuestro estilo de vida habitual. Algunos pueden querer tomar decisiones radicales. Por ej, querer mudarse. Pero es mejor, como se ha dicho siempre, no tomar decisiones en estos momentos, porque lo haríamos movidos por emociones extremas y podría ser contraproducente.


Fase de reorganización

Aquí poco a poco pasamos de recordar al ser querido de forma dolorosa, a sentir una emoción reparadora. Organizamos de nuevo nuestras vidas.

Estas cuatro etapas se pueden ir reviviendo una y otra vez, pero cada vez los sentimientos experimentados resultarán menos intensos y nos iremos adaptando a la pérdida.


RETOS DEL DUELO

El primer reto es aceptar la realidad de la pérdida. Que la persona ha fallecido y no volverá.

El segundo, es experimentar el dolor de la pena, sin bloquear nuestros sentimientos ni negar el dolor.

El tercer reto es adaptarnos a un mundo donde ya no vive la persona que queremos. Esto consiste en hacer tareas, tomar decisiones sin contar la presencia y el apoyo que nos daba esa persona.

El último reto es recolocar emocionalmente a nuestro ser querido y mirar hacia el futuro. No se trata de olvidarlo, pero sí de darle un espacio que nos permita poder relacionarnos con otras personas y seguir con nuestra vida.


DUELO COMPLICADO

Éste ocurre cuando una persona queda enganchada a la culpa, la rabia o la tristeza, de tal forma que no consigue avanzar en su vida. En este caso necesitará acudir a un profesional.



¿Cómo distinguirlo del normal?

Si pasados 1-2 años, la persona sigue sin desvincularse con su ser querido, se sigue reprochando a sí mismo y culpándose o queda enganchado en la pena, podemos pensar que puede tener un “duelo cronificado”.

Si la persona no ha expresado la tristeza ante la pérdida de su ser querido y ha rehecho rápidamente su vida, podemos encontrarnos un “duelo reprimido”.


ALGUNAS RECOMENDACIONES FINALES PARA VIVIR EL DUELO

-Al haber compartido parte de nuestra vida con esa persona, es posible que en las primeras etapas necesitemos recordarlo: queramos ir a los sitios donde estuvimos con esa persona, tener cerca su ropa y sus objetos, soñar con él/ella. También podemos llegar a sentir la presencia física de esa persona y creer que nos estamos volviendo locos. Podemos sentirnos profundamente vacíos ante su ausencia. Todo esto es normal y forma parte del duelo. Y hemos de darnos permiso para sentirlo.

-Es necesario que contemos nuestros sentimientos más dolorosos para recuperarnos de la pérdida. No es recomendable guardárnoslo todo dentro, porque como dice Shakespeare “El dolor que no habla cierra el corazón sobreexcitado y le hace romperse”.

-Hacer el duelo supone un esfuerzo por nuestra parte. Nuestro esfuerzo debe ir destinado a no abandonarnos completamente. Es bueno que quedemos con alguien y hablemos de cómo estamos, qué estamos haciendo,… Expresa lo que sientes y no sientas vergüenza en hacerlo o llorar. Porque todo esto te puede ayudar a superarlo.

-Si tienes hijos, no tienes por qué ser un superhéroe delante de ellos. De hecho es bueno compartir la experiencia y hablar del tema. La forma en que tú vivas el duelo le servirá de modelo a él para afrontar situaciones así. Si hemos dicho que expresarse es bueno porque ayuda a superar la pérdida, una buena manera de ser un buen modelo para ellos respecto a situaciones de duelo es compartir lo que sentimos con ellos.

-Podemos acudir a un grupo de ayuda mutua. Allí podremos encontrarnos con personas que atraviesan el duelo como nosotros y nos podremos sentir comprendidos. Puede ser un buen medio para desahogarnos.

-Para prevenir la tendencia a abandonarnos que sentimos en estas situaciones podemos recurrir a la planificación de una lista de tareas diarias. No debemos sobrecargarnos de tareas tampoco. 5 tareas máximo ya está bien. Si acabamos antes, no tenemos que asumir más. Por un día ya está bien, seguiremos al día siguiente. De esta forma no caeremos en hacer mucho un día y ya no tener ganas de nada el siguiente. Es importante no descuidar ciertas tareas como hacer la cama, limpiar la casa, sacar la basura… Y tratar de mantener actividades de ocio. También dar espacio de tiempo para pasar con las personas a las que quieres y airearte.

-Pide ayuda. Pedir ayuda no es de débiles. Sino que es señal de que valoras tu vida y quieres recuperar el control de ella cuanto antes. También puedes acudir a servicios sociales. Ellos te pueden informar sobre las posibles prestaciones, ayudas y pensiones que puedes recibir. Es recomendable decir a los demás aquello que necesitas. Muchos están deseando ayudarte y no saben cómo hacerlo. Y en cuanto se lo digas incluso se sentirán felices de poder ayudarte, así que no temas expresar tus necesidades.

-No tomes decisiones drásticas, porque es posible que en este estado no puedas valorar bien las ventajas e inconvenientes que tendrían. Es mejor posponer esta toma de decisiones a más adelante.

-Si surgen otros problemas que hay que solucionar evita dar una respuesta inmediata. Puede servirte de guía contestar a las siguientes preguntas por escrito: ¿Cuál es el problema? ¿Qué puedo hacer para solucionarlo? ¿Qué aspectos positivos tienen cada una de las opciones? ¿y negativos? Y hay que tomar la decisión que suponga menos tiempo y esfuerzo con mejor resultado y que favorezca nuestro bienestar emocional y social.

Fuente:
Quiles, Maria José et al. (2007). Apoyo al duelo. Alicante: ASV Funeser





2 comentarios:

  1. Me encanta esta entrada, Paloma. Además me recuerda mucho al proceso que sufren los padres cuando les dicen por primera vez que su hijo tiene alguna discapacidad: negación, duelo, culpabilidad,... Gracias por compartir.

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  2. ¡Gracias! ¡Me alegro de que te guste! Sí, realmente en ese caso se produce también un cambio fuerte, y creo que todos los cambios conllevan duelo porque dejamos atrás muchas cosas, en este caso el estado de salud de nuestro hijo.

    ¡Gracias por seguir el blog y por comentar! :)

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